MIME-Version: 1.0 Content-Location: file:///C:/172816A5/Poeticamentehabitaelhombre.htm Content-Transfer-Encoding: quoted-printable Content-Type: text/html; charset="us-ascii"

“...Poéticamente habita el hombre...”=

La voz está tomada de un poe= ma de Hölderlin tardío y transmitido de modo peculiar. Comienza: “En amable azur florece con el metálico tejado el campanario...” (Ed. de Stuttgart, 2, 1, p.372 y ss.; Hellingrath VI p= .24 y ss.). Para que bien oigamos la voz: “...poéticamente habita el hombre...” debemos devolverla cuidadosamente al poema. Para eso pense= mos con cuidado la voz. Aclaremos los cuidados que inmediatamente despierta. Pu= es de otra manera, nos falta la libre preparación para responder a la v= oz por vía tal, que la sigamos.

&= #8220;...Poéticamente habita el hombre...”. Que los poetas a veces habiten poéticame= nte, podríamos en última instancia representárnoslo. ¿Cómo, no obstante, “el hombre”, esto quiere deci= r: cada hombre como hombre y constantemente ha de habitar poéticamente? ¿No permanece siendo todo habitar inconciliable con lo poétic= o? Nuestro habitar está apremiado por la carencia de viviendas. Aun si fuera de otro modo, nuestro habitar de hoy está azuzado por el traba= jo, es inestable por la caza de provecho y éxito, está embrujado = por el afán de diversión y recreo. Donde en el habitar de hoy, empero, aún queda espacio para lo poético y tiempo reservado,= se lleva a cabo, a lo sumo, una ocupación con las bellas letras, sean éstas escritas o radiadas. La poesía es o desechada como un ilusorio languidecer y revolotear hacia lo irreal, y negada como huí= da al idilio, o bien, se cuenta la poesía como literatura. La validez de ésta es apreciada con la vara de medida de la actualidad del caso.Notea. Lo actual, por su parte, está hecho y manejado por los órganos de formación de opinión pública civilizadora. Uno de sus funcionarios, esto es: impulsor y pulsado a la vez, es la industria literar= ia. Así pues, la poesía no puede aparecer de otro modo que como literatura. Aun donde ella es considerada como medio de cultura y científicamente, es el objeto de la historia literaria.<= span style=3D'font-size:10.0pt;font-family:"Trebuchet MS"'>Noteb. La poesía occidental concursa bajo el título general: “Literatura europea”.

A= hora bien, si la poesía tiene presuntamente su única forma de existencia en lo literario, ¿cómo, entonces, el habitar human= o ha de estar fundado en lo poético? La voz, que el hombre habita poéticamente, proviene por lo demás, sólo de un poeta y por cierto de aquél, que, como se oye, no pudo con la vida. La índole de los poetas es ver por encima de lo real. En vez de obrar, ellos sueñan. Lo que hacen, es sólo imaginado. Las imágenes son simplemente cosas  ¿El habitar del hombre ha.Vishiophechas. El act= o de hacer se llama griegamente  de= ser poesía y poético (Poesie und poetisch)? Pero, sólo pue= de aceptar esto quien está fuera de lo real y no quiere ver, en cu&aacu= te;l estado la vida histórico - social de los hombres –los sociólogos lo llaman lo colectivoNotec. -= se encuentra hoy.

Mas, antes que declaremos de tan bu= rdo modo habitar y develar poético(1) como inunibles, puede ser bueno atender sobriamente a la voz del poeta. Ella habla del habitar del hombre. = No describe estados del habitar de hoy. Ante todo, no afirma que habitar signifique ocupar una habitación. Tampoco dice que lo poético= se agote en el juego irreal de la imaginación poética. ¿Quién, pues, entre los que reflexionan, se atrevería entonces, sin meditar y desde una altura algo cuestionable, a declarar que = el habitar y lo poético no se soportan? Tal vez ambos se soportan. Más aún. Tal vez el uno hasta porta al otro, a saber as&iacut= e;: que éste, el habitar, reposa en aquél, lo poético. Ciertamente, si nos animamos a pensar (vermuten) algo tal, entonces nos es solicitado el ánimo (zugemutet) de pensar el habitar y el develar poético a partir de su ser.(2) Si no nos cerramos a esta animación y soli-citación (Zumutung), entonces pensamos aquel= lo que se suele llamar la existencia del hombre, a partir del habitar. Con ell= o, por cierto, dejamos caer la representación habitual del habitar. Según ella, el habitar sigue siendo sólo un modo de comportam= iento del hombre junto a muchos otros. Trabajamos en la ciudad, habitamos, sin embargo, en las afueras. Estamos de viaje y en él habitamos ora aquí, ora allá. El así mentado habitar nunca es m&aacu= te;s que ocupar un alojamiento.

Cuando Hölderlin habla del habitar, contempla el trazo fundamental del Dasein humano. Lo “poético”, empero, lo ve desde la relación a este habitar entendido esencialmente.

Esto, desde luego, no significa que= lo poético sea meramente un decorado y un aditamento para el habitar. Lo poético del habitar tampoco mienta sólo que lo poético, de algún m= odo, se presente en todo habitar. Más bien, dice la voz: “...poéticamente habita el hombre...”: el develar poético, primero, recién y ante todo, deja al habitar ser un habitar. Develar poéticamente es el dejar habitar propio. Pero, ¿a través de qué llegamos a una habitación? A través del construir. Develar poéticamente es, como dejar habitar, un construir.

A= sí, estamos ante una doble animación y soli-citación (Zumutung): = por una parte, pensar aquello que se llama la existencia del hombre, a partir del ser del habitar; por otra, pensar el ser del develar poético, en tanto dejar habitarNoted. ,= como un construir, tal vez hasta como el eminente construir. Si buscamos el = ser de la poesía mirando en la dirección ahora nombrada, entonces llegamos al ser del habitar.

Pero, ¿de dónde tenem= os, nosotros hombres, noticia sobre el ser del habitar y del develar poético? ¿De dónde, en suma, asume el hombre la aspiración (Anspruch: pretensión) de llegar al ser de una cos= a?. El hombre puede asumir esta aspiración sólo de allí, de donde la recibe. Él la recibe desde la inspiración (Zuspruch)= del habla (Sprache).(3) Ciertamente sólo cua= ndo ya atiende y en tanto atienda al ser propio del habla. Entretanto, hace furor un desbridado, pero a la vez hábil, hablar, escribir y emitir palabras en torno al globo terráqueo. El hombre se comporta como si él fuera formador y maestro del habla, mientras, = no obstante, ella permanece siendo la señora del hombre. Cuando esta relació= n de señorío se invierte, entonces cae el hombre en raros manejos.= El habla se vuelve medio de expresión. Como expresión puede el h= abla hundirse a mero medio de presión. Que aun en tal utilización = del habla, se ma= ntenga todavía esmero en el hablar, es bueno. Sólo que esto, con tod= o, nunca nos ayuda a salir de la inversión de la verdadera relaci&oacut= e;n de señorío entre el habla y el hombre. Pues propiamente habla= el habla. El hombre habla recién y solamente, en tanto corresponde al habla, al oír su inspiración. Entre todas las inspiraciones, = que nosotros hombres, desde nosotros, podemos conllevar a hablar, es el habla la suma y por doquier primera. El habla nos en-seña (zuwinken) en prime= r y también en último lugar el ser de una cosa. Con todo, esto nu= nca significa que el habla, en cada significado de palabra recogido de cualquier manera, ya nos provea, directa y definitivamente, como un objeto listo para el uso, el transparente ser de una cosa. El corresponder, empero, en el que el hombre = oye propiamente la inspiración del ha= bla, es aquel decir, que habla en el elemento del develar poético. Cuanto más develante en su poesía es = un poeta, tanto más libre, es decir, tanto más abierto y m&aacut= e;s preparado para lo insospechado es su decir, tanto más puramente confía él lo que dice al oír siempre más esmera= do, tanto más lejano está lo que dice del mero enunciado, sobre el que se discute sólo en vistas a su corrección o incorrección.

“...po&eacu= te;ticamente, habita el hombre...”

dice el poeta. Oímos m&aacut= e;s claramente la voz de Hölderlin, cuando la restituimos al poema del que proviene. Primeramente, oigamos sólo los dos versos, de los que hemos destacad= o y con ello recortado la voz. Ellos rezan:

“Pleno de mérito, mas poéticamente, habita

el hombre sobre e= sta tierra.”

El tono fundamental de los versos v= ibra en la palabra “poéticamente”. Ella está realzada = de dos lados: Por aquello que la antecede y por aquello que la sigue.

Delante van las palabras: “Pl= eno de mérito, mas...” Eso suena casi como si la palabra siguiente “poéticamente”, introdujese una restricción al habitar pleno de mérito del hombre. Pero es a la inversa. La restricción es nombrada por el giro “pleno de mérito”, al que debemos, pensando, añadir un “por cierto”. El hombre, por cierto, con su habitar se hace meritorio de múltiples modos. Pues el hombre cuida las cosas que crecen de la tie= rra y abriga lo crecido para él. Cuidar y abrigar (colere, cultura) son = un modo del construir (bauen). El hombre, no obstante, construye no sólo laboran= do aquello que a partir de sí despliega un crecimiento, sino que &eacut= e;l construye también elaborando en el sentido del aedificare, en cuanto erige algo t= al, que no puede surgir y mantenerse por crecimiento. Constructo y construccion= es en este sentido no son sólo los edificios, sino todas las obras debi= das a la mano y operaciones del hombre. Sin embargo, los méritos de este múltiple construir n= unca colman el ser del= habitar. Por el contrario: ellos hasta cierran por completo al habitar su s= er, tan pronto son simplemente perseguidos y adquiridos por mor de sí mismos. Pues entonces, precisamente por su plenitud, los méritos emp= ujan y constriñen por todas partes al habitar en los límites del nombrado con= struir. Éste persigue la satisfacción de las necesidades del habitar.= El construir en el sentido del cuidado que el labriego presta al crecimiento y= del erigir construcciones y obras, y del aprontar instrumentos, es ya una conse= cuencia esencial del habitar, pero no su fondo o menos aún su fundació= ;n. Ésta debe acontecer en otro construir. El construir habitualmente y a menudo exclusivamente practicado, y por ello el único conocido, trae, por cierto, la plenitud de los méritos al habitar. Pero el hombre pu= ede y quiere (vermag) el habitar, cuando él ya, de otro modo, ha constru= ido y construye, y permanece con el sentido puesto en construir.

“Pleno de mérito (por cierto), mas poéticamente, habita el hombre...”. A esto siguen= en el texto las palabras: “sobre esta tierra”. Bien se podrí= ;a tener esta adición por superflua; pues, ciertamente, habitar signifi= ca ya: morante residencia (Aufenthalt) del hombre sobre la tierra, sobre “esta”, a la que cada mortal se s= abe entregado y expuesto.

Pero, cuando Hölderlin osa dec= ir que el habitar de los mortales es poético, entonces esto, apenas dic= ho, despierta la apariencia de que el habitar “poético” precisamente arrancara a los hombres de la tierra. Pues, ciertamente, lo “poético” (Dichterische) pertenece, cuando vale como lo imaginado poéticamente (Poetische), al reino de la fantasía. El habitar poético sobrevuela fantasiosamente lo real. Este temor enfrenta el poeta, al decir expresamente que el habitar poético es el habitar “sobre esta tierra”. Hölderlin no sólo resguarda así lo “poético” de una presta mala interpretación, sino que él indica, con el añadido de = las palabras “sobre esta tierra”, propiamente al ser del develar po= ético. Éste ni sobrevuela ni sobrepasa la tierra, para abandonarla y flotar sobre ella. Recién el develar poético trae al hombre sobre la tierra, a ella; lo trae así, al habitar.

“Pleno de mérito, mas poéticamente, habita

El hombre sobre e= sta tierra.”

¿Sabemos ahora, hasta qu&eac= ute; punto el hombre habita poéticamente? Todavía no lo sabemos. P= eor aún, caemos en el peligro de introducir pensando desde nosotros, algo extraño en la develante voz poética de Hölderlin. Pues Hölderlin nombra, es cierto, el habitar del hombre y su mérito, pero no pone el habitar, = como acaba de acontecer, en conexi&oacu= te;n con el construir. Él no habla del construir, ni en el sentido del abrigar, cuidar y erigir, ni de modo que él represente precisamente el develar poético como un modo propio del construir. Según esto, Hölderlin no dice del habitar poético lo igual (d= as gleiche) que nuestro pensar. A pesar de ello, pensamos nosotros lo Mismo (d= as Selbe) que Hölderlin devela poéticamente.

Aquí, ciertamente, importa considerar algo esencial. Una breve observación es necesaria. El dev= elar poético y el pensar se encuentran en lo mismo (im selbe) sólo cuando y sólo en cuanto permanecen decididamente (entschieden) en la diversidad (Verschiedenheit) de su ser. Lo mismo jamás se recubre con lo igual, ni tampoco con la vacua uniform= idad (Einerlei) de lo meramente idéntico (Identische). L= o igual se desplaza continuamente a lo carente de diferencia (Unterschiedlose), para que todo concuerde en ello. Lo mismo (selbe) es, por el contrario, el vinculante oírse y responderse (Zusammengehören) de lo diverso (Verschiedene), a partir de la recolección a través de la diferencia (Unterschied). Lo Mismo (das Selbe) sólo se deja decir, cuando es pensada la diferencia. En la justa (Austrag) de lo diferente (Unterschiedene) viene al lucir el recolectante ser de lo mismo (selbe). Lo mismo destierra todo celo por siempre sólo equilibrar (ausgleichen) = lo diverso en lo igual (gleiche). Lo mismo recolecta lo diferente en un origin= ario concierto (Einigkeit). Lo igual, por el contrario, disipa en la sosa unidad (Einheit) de lo sólo uniformemente uno (einförmig Einer). Hölderlin supo a su modo de estas relaciones. Él dice en un epigrama que lleva el título: “Raíz de todo mal”,= lo siguiente:

“Ser concertado, es divino y bueno; ¿De dónde, pues, el afá= n

entre los hombres, que sólo el uno y lo uno sólo sea?”

(Ed. de Stuttg. I= , 1 p. 305)

Si pensando vamos tras (nachdenken) aquello que Hölderlin poéticamente devela sobre el habitar poético del hombre, entrevemos un camino, en el que, atravesando lo que ha sido pensado= de un modo diverso, nos aproximamos a lo Mismo que el poeta poéticamente devela.

Pero, ¿qué dice Hölderlin del habitar poético del hombre? Buscamos la respuesta a la pregunta oyendo los versos 24 al 38 del nombrado poema. Pues es desde su dominio que son dichos los dos versos elucidados en primer lugar. Hölderlin dice:

“¿Pu= ede, si puro esfuerzo la vida, un hombre
alzar la mirada y decir: así
quiero también yo quiero ser? Sí. Tanto como la amabilidad aún
junto al corazón, la Pura, dure, mídese
no desdichadamente el hombre
con la divinidad. ¿Es desconocido dios?
¿Es él abiertamente presente como el cielo? Esto
creo más bien. Del hombre medida es.
Pleno de mérito, mas poéticamente, habita
el hombre sobre esta tierra. Pero, más pura
no es la sombra de la noche con la estrellas,
si así pudiera yo decir, que
el hombre, que es llamado una imagen de la divinidad.
¿Dase sobre la tierra
Notee. una medida? Dase
ninguna.”

Meditaremos sólo un poco a partir de estos versos y ciertamente con el único propósito de oír más claramente lo que Hölderlin mienta cuando llama = el habitar del hombre un habitar “poético”. Los primeros de entre los versos leídos nos dan una seña. Están en la forma de una pregunta que es afirmada sin renuencias. Ésta dice en perífrasis lo que los versos ya elucidados inmediatamente enuncian: “Pleno de mérito, mas poéticamente, habita el hombre so= bre esta tierra.” Hölderlin pregunta:

“¿Pu= ede, si puro esfuerzo la vida, un hombre
alzar la mirada y decir: así
quiero yo también ser? Sí.”(4)

S= ólo en el ámbito del mero esfuerzo el hombre se esfuerza por hacer méritos. Ahí él se los procura en plenitud. Pero, al hombre le es permitido Notef. a= la vez, en este ámbito, a partir de él y a través de él, alzar la mirada (aufschauen) hacia los celestiales. El alzar la mirada recorre (durchgeht) el arriba, hacia el cielo, y permanece, no obstante, en el abajo, sobre la tierra. El alzar la mirada mide de un confín a t) el entrebdurchmi= (o= tro  Noteg. d= e cielo y tierra. Este entre es otorgado en medida (zugemessen) al habitar del homb= re. Nosotros nombramos ahora la medición de un confín a otro otor= gada en medida (zugemessene Durchmessung), esto es, entregada, por la que= el entre de cielo y tierra queda abierto, la Dimensión. Ella no surge porque cielo y tierra estén vertidos el uno hacia el otro. Más bien, es la versión la que, por su parte, reposa en la Dimensi&oacut= e;n. Ésta tampoco es una expansión del espacio representado habitualmente; pues, por su parte, todo lo espacial necesita, como alojado y concedido (Eingeräumtes), ya de la Dimensión, esto es= de aquello en donde es admitidoNoteh. .= (5)

E= l ser de la Dimensión es el otorgamiento en medida despejado y así med= ible bare Zumessung) del entre:bd= e un confín a otro (die gelichtete und so durchme = del hacia arriba, al cielo, y del= hacia abajo, a la tierra. Dejamos el ser de la Dimensión sin nombre.= De acuerdo a las palabras de Hölderlin, el hombre mide de t) la Dimensión, al medirse en relación (an) a losbun confín a otro (durchmi celestiales. Este medir de un confín a otro (Durchmessen) no lo emprende el hombre ocasionalmente, sino que en tal medir de un confín a otro recién el hombre es, en suma, hombr= e. Por eso él puede Notei. ,= es cierto, obstruir esta medición de un confín a otro, acortarla= y deformarla Note|. ,= pero no puede sustraerse a ella. El hombre se ha medido, como hombre, siempre ya en relaci&oacut= e;n a algo celestial y con algo celestial. También Lucifer proviene del ci= elo. Por eso se dice en los versos siguientes (28 al 29): “El hombre se mide... con la divinidad”. Ella es “la medida”, con la qu= e el hombre mide el t) de su habitar, la morante residencia (Aufenthalt) sobre l= aba= lcance (ausmi tierra, bajo el cielo. Sólo en tanto el hombre de tal modo con-mensura t)) su habitar, puede y quiere (vermag)b(= ver-mi ser Notek. )= a su ser (Wesen). Elbcomedido (gemä habitar del hombre reposa en el conmensurar (Vermessen) que alza la mirada, aquel conmensurar la Dimensión, a la que pertenece tan bien el cielo como la tierra.(6) <= o:p>

, y por eso no es una merahgLa conmensuración conmensura no sólo la tierra,   por,Vonaruogeo-metr&iacut= e;a. Igualmente ella tampoco conmensura, cada vez, el cielo,  sí. La conmensuració= n no es una ciencia. El conmensurar mide originariamente t)(7) el entre, que tra= e a ambos, cielo y tierra, el uno al otro. Esteb(ermi  y por esto su propia métric= a.nortemc= onmensurar tiene su propio 

La conmensuración del ser del hombre en la Dimensión a él otorgada en medida trae al habita= r a su rasgo fundamental. El conmensurar la Dimensión es el elemento en = el que el habitar humano tiene su fiada duración (Gewähr) desde la cual dura (währt). (8) El conmensurar es lo poético del habitar. Develar poéticamente es un medir. Pero, ¿qué nombra me= dir? Manifiestamente, no nos es lícito colocar el develar poético,= si ha de ser pensado como un medir, en una representación cualquiera de medir y medida.

El develar poético es presumiblemente un medir eminente. Más aún. Tal vez debemos pronunciar la proposición: develar poéticamente es medir, con la otra acentuación: Dev= elar poéticamente es medir. En el develar poético se da en propiedad (ereignet sich), lo que es todo medir en el fondo de su ser. Por eso importa atender al acto fundam= ental del medir. Tal a= cto consiste en esto: que, sobre todo, primero es tomada la medida con la cual = en cada caso se ha de medir. En el develar poético se da en propiedad (ereignet sich) el tomar (Nehmen)Notel. la -Nahm= e), entendida en elbmedida. El develar poético es la toma de medida (Ma sentido estricto de la pala= bra, por la que el hombre recién recibe la medida para la amplitud de su = ser. El hombre está siendo/esencia (west) como el mortal. Así se l= lama él porque él puede morir. Poder morir nombra: poder y querer = la muerte como muerte. Sólo el hombre muere –y por cierto, perdurablemente-, mientras de-mora (weilt) sobre esta tierra, mientras habi= ta. Su habitar, empero, reposa en lo poético. El ser de lo “poético”, lo ve Hölderlin en la toma de medida, a través de la cual se lleva a cabo la conmensuración del ser d= el hombre.

Pero, ¿cómo vamos a demo= strar que Hölderlin piensa el ser de la poesía como toma de medida? Aquí, nada necesitamos demostrar. Todo demostrar es siempre una empr= esa supletoria, fundada en presuposiciones. De acuerdo a cómo ést= as sean puestas inicialmente en cada caso, se deja demostrar todo. Pero, contemplar (beachten), podemos sólo poco. Así pues, basta si atendemos (achten) a la propia voz del poeta. En los versos siguientes, en efecto, Hölderlin pregunta previo a todo y propiamente, sólo po= r la medida. Ella es la divinidadNotem. con la q= ue el hombre se mide. El preguntar comienza en el verso 29 con las palabras: “¿Es desconocido dios?”. Es claro que no. Pues si lo fue= ra, ¿cómo podría él, como desconocido, ser en cada = caso la medida? Pero –y ahora es importante oír y retener firmemente esto- dios, como aquel que él es, es desconocido para Hölderlin= , y precisamente como este desconocido es él la medida para el po= eta. Por eso también lo consterna el incitante preguntar: ¿C&oacut= e;mo puede, lo que según su ser permanece desconocido, llegar alguna vez a ser medida? Pues aquello tal, con lo que el hombre se mide, debe, por ciert= o, participarse, debe aparecer. Pero, si aparece, entonces es conocido. El dios es, no obstante, desconocido y es, con todo, la medida. No sólo esto, sino que el dios que permanece desconocido debe, en cuanto se muestra como aquel que Él es, aparecer como el que permanece desconocido. La= abierta presencia de Dios (Offenbarkeit Gottes), no primeramente É= ;l mismo, es lo pleno de misterio. Por eso, inmediatamente pregunta el poeta la pregunta próxima: “¿Es él abiertamente presente = como el cielo?” Hölderlin responde: “Esto/ creo más bien.” Noten.

¿Por qué, así preguntamos nosotros ahora, se inclina el ánimo (Vermutung) del poeta hacia allí? Responden las voces q= ue se enlazan inmediatamente. Rezan escuetamente: “Del hombre medida es”. ¿Qué es la medida para el medir humano? ¿Di= os? ¡No! ¿La abierta presencia del cielo? ¡No! La medida consiste en el modo como el dios que permanece desconocido, en tanto tal, e= s abiertamente presente a través del cielo. El aparecer del dios a través del cielo consiste en un develar, que deja ver aquello que se oculta, pero deja= ver no buscando arrancar lo oculto de su estar en ocultamiento (Verborgenheit), sino guardando lo oculto en su ocultarse. Así aparece el dios desconocido, a través de la abierta presencia del cielo, como el desconocido. Este aparecer es la medida en relación a la que el homb= re se mide.

Una rara medida, turbadora, así parece para el habitual representar de l= os mortales, incómoda para el fácil entenderlo todo del opinar cotidiano, que de buen grado se impone como la medida rectora para todo pen= sar y meditar.

Una rara medida para el representar usual y en particular también para t= odo representar sólo científico; en ningún caso una vara o bastón que se pueda coger con las manos; pero, en verdad, más sencillo de manejar que éstos, si tan sólo nuestras manos no cogen, sino que son guiadas por gestos, que corresponden a la medida, que aquí se ha de tomar. Esto acontece en un tomar, que nunca arrebata la medida, sino que la toma en el recogido percibir, que permanece siendo un oír.

Pero, ¿por qué esta medida tan extraña para nosotros, los de hoy, ha de ser asignada cual inspiración (zugesprochen) al hombre y a través de la toma de medida del develar poético participada? Porque sólo esta medida mide t) el ser del hombre. Pues el hombre habita, en cuantoboriginari= amente (er-mi mide de un confín a otro el “sobre la tierra” y el “bajo el cielo”. Este “sobre” y este “bajo= 221; se copertenecen (zusammengehören). Su uno-en-otro (Ineinander) es la medición de un confín a otro que el hombre en todo momento recorre, en tanto él es como terrenal. En un fragmento (Ed. de Stuttg. 2, 1 p.334) dice Hölderlin:

“¡Siempre, querido! Va la tierra y = el cielo mantiene.”

Porque el hombre es en tanto se sostiene en la Dimensión (die Dimension aussteht), su ser debe cada = vez ser conmensurado (vermessen). Para ello, necesita de una medida que toque de una vez toda la Dimensión. Avistar esta medida, medirla originariame= nte (er-messen) como medida y tomarla como medida, eso es para el poeta: develar poéticamente. El develar poético es esta toma de medida y por cierto para el habitar del hombre. Inmediatamente tras la voz “del ho= mbre medida es” siguen expresamenteNotep. en el po= ema los versos: “Pleno de mérito, mas poéticamente habita el hombre sobre esta tierra.”

¿Sabemos ahora lo que para Hölderlin es lo poético? Sí y no. Sí, en tanto recibimos una indicación, siguiendo la cual se ha de pensar el devel= ar poético, a saber, como un eminente medir. No, en tanto el develar po= ético, como el medir originariamente (Er-messen) aquella extraña medida, se vuelve siempre más pleno de misterio. Y aun, bien debe seguir siendo así, si, por otra parte, estamos preparados para mantenernos abiertos (auf-zu-halten)Noteq. en el do= minio esencial de la poesía.

Con todo, extraña ciertamente, = que Hölderlin piense el develar poético como un medir. Y eso con razón, mientras representemos el medir en el sentido para nosotro= s corriente. Ahí, con la ayuda de algo conocido, a saber: los metros y escalas de medida, algo desconocido es recorrido contando los pasos, de este modo es h= echo conocido y así es encerrado en una cantidad y orden supervisables en todo momento. Este medir puede variar en cada caso según la especie = de aparatos empleados.Noter. Pero ¿quién garantiza pues, que este habituado modo de medir, sólo porque es el habitual, ya acierte en el ser del medir? Cuando oímos de la medida, pensamos instantáneamente en el número, y representamos ambos, medida y número, como algo cuantitativo. Sólo que ni el ser de la medida, como tampoco el ser d= el número, son un quantum. Con números bien podemos contar, pero= no con el ser del número. Si Hölderlin ve el develar poético como un medir y él mismo, ante todo, lo cumple como la toma de medid= a, entonces, nosotros debemos, para pensar el develar poético, meditar siempre de nuevo y en primer lugar la medida que en el develar poéti= co es tomada; debemos atender a la índole de este tomar, que no reposa = en un echar mano, ni en general en un coger, sino en un dejar venir lo otorgad= o en medida (das Zu-Gemessene). ¿Qué es la medida para el develar poético? La divinidad; ¿Por consiguiente dios? ¿Quién es el dios? Tal vez esta pregunta es demasiado grave p= ara los hombres y demasiado precipitada. Por eso, antes preguntamos qué = se ha de decir de dios. Primero sólo preguntamos: ¿Qué es dios?

Por fortuna y para ayuda nuestra se conservan versos de Hölderlin, que, temporalmente y por su asunto, pertenecen al ámbito del poema “= ;En amable azur florece...”. Ellos comienzan ( (Ed. de Stuttg. 2, 1 p.210= ):

“¿Qué es dios? Desconocido,= no obstante
plena de propiedades de él
es la faz del cielo. Así, los rayos
la ira son de un dios. Cuanto más algo es
invisible, se destina a lo extraño...”

Lo que al dios permanece extraño, las vistas (Anblicke) del cielo, esto= es lo familiar (das Vertraute) al hombre. Y ¿qué es esto? Todo lo que en el cielo, y con ello bajo el cielo, y con ello sobre la tierra, bril= la y florece, entona y aroma, sube y viene, mas también va y cae, mas también lamenta y calla, mas también palidece y obscurece. A = esto familiar al hombre, al dios, empero, extraño, se destina el desconoc= ido, para en ello permanecer resguardado como el desconocido. El poeta, no obsta= nte, convoca todo claror de las vistas del cielo y todo clamor de sus rutas y ai= res a la palabra que canta y en ella lleva lo convocado al lucir y sonar. Sólo que el poeta no describe, si es poeta, el mero aparecer del cie= lo y de la tierra. El poeta invoca, en las vistas del cielo, aquello que, en el develarse, deja aparecer precisamente lo que se oculta y por cierto, com= o lo que se oculta. El poeta invoca, en las apariciones familiares, lo extraño, como aquello a lo que lo invisible se destina, para seguir siendo lo que ello es: desconocido.

El poeta devela poéticamente sólo entonces, cuando toma la medida, al decir las vistas del cielo = de modo tal que él se ajuste a sus apariciones como a lo extraño= a donde el desconocido dios se “destina”. El nombre a nosotros corriente para vista y aspecto (Anblick und Aussehen) de algo suena “imagen” (“Bild”). El ser de la imagen es: dejar ver algo.Notes. Frente a= ello las copias e imitaciones ya son desvirtuaciones de la imagen genuina, que c= omo vista deja ver lo invisible y así lo lleva a imagen (einbilden)Notet. en algo = a ello extraño. Porque el develar poético toma aquella medida plena = de misterio, a saber, en la faz del cielo, por eso habla en “imágenes”. Por esto las imágenes poéticas= son imaginaciones (Ein-Bildungen) en un sentido eminente: no meras fantas&iacut= e;as e ilusiones, sino imaginaciones (Ein-Bildungen) como inclusiones visibles d= e lo extraño en la vista de lo confiado. El develante decir las imágenes reúne claror y clamor de las apariciones del cielo c= on la obscuridad y el callar de lo extraño. A través de tales vi= stas extraña el dios. En el extrañamiento él da a conocer su incesante proximidad. Por eso puede Hölderlin en el poema, tras los ve= rsos “Pleno de mérito, mas poéticamente, habita el hombre so= bre esta tierra”, proseguir:

“...Pero más pura
no es la sombra de la noche con las estrellas,
si así pudiera yo decir, que
el hombre, que es llamado una imagen de la divinidad.”

“...la sombra de la noche”- La noche misma es la sombra, aquello obscuro, que nunca puede convertirse en mera tiniebla, porque como sombra permanece conf= iado a la luz, proyectado desde ella. La medida, que toma el develar poét= ico, se destina como lo extraño -en lo cual el invisible preserva su ser-= , a lo confiado de las vistas del cielo. Por eso la medida es cual el modo de s= er del cielo. Pero el cielo no es vana luz. El esplendor de su altura es en sí lo obscuro de su amplitud que todo alberga. El azul del amable az= ur del cielo es el color de la profundidad. El esplendor del cielo es orto y o= caso del crepúsculo, que alberga todo lo anunciable. Este cielo es la med= ida. Por eso el poeta debe preguntar:

“¿Dase sobre la tierra una medida?”

Y debe responder: “Dase ninguna”. ¿Por qué? Porque aquello que nombramos cuando decimos “sobre la tierra”, s&oacut= e;lo se mantiene en tanto el hombre habita (be-wohnt) la tierra y en el habitar = deja a la tierra ser como tierra.

El habitar, empero, acontece sólo cuando el develar poético apropiándonos se da y esencia (west), y por cierto en el modo cuyo s= er ahora presentimos, a saber: como la toma de medida para todo medir. Ella mi= sma es, propiamente, el conmensurar (Vermessen), ningún mero registrar medidas (Abmessen) con metros ya confeccionados para la confección de planos. Por ello, el develar poético tampoco es un construir en el sentido de erigir e instalar construcciones. Pero, el develar poético es, como el propio medir originariamente (Ermessen) la Dimensión del habitar, el construir inicial (anfängliche). El develar poético, primero, recién y ante todo, deja al habitar del hombre entrar en su= ser. El develar poético es el originario dejar habitar.(9)

La proposición: el hombre habita en tanto construye, ha obtenido ahora = su sentido propio. El hombre no habita en tanto instala solamente su morante residencia sobre la tierra, bajo el cielo, al cuidar, como labriego, el crecimiento y a la vez erigir construcciones. Este construir lo puede y lo quiere (vermag) el hombre sólo si ya construye en el sentido de la poéticamente develante toma de medida. El construir propio acontece sólo en tanto los poetas son tales, que toman la medida para la arquitectónica del habitar, para la trama constructiva del habitar. =

Hölderlin escribe el 12 de Marzo de 1804 desde Nürtingen a su amigo Leo von Seckendorf: “La fábula, visión poética de la historia y arquitectónica del cielo, me ocupa en el presente prefere= ntemente, en especial lo nacional, en tanto es diverso de lo griego.” (Hellingr= ath V2, p.333).

“...poéticamente habita el hombre...”

El develar poético construye originariamente (erbaut) el ser del habita= r. Develar poéticamente y habitar no sólo no se excluyen. Develar poéticamente y habitar más bien se copertenecen, concitando mutuamente uno al otro. “Poéticamente habita el hombre”. ¿Habitamos nosotros poéticamente? Presumiblemente habitamos del todo impoéticamente. Si es así, ¿es por = esto desmentida la palabra del poeta y se vuelve no verdadera? No. La verdad de = su palabra es confirmada del modo más inquietante. Pues impoético sólo puede ser un habitar, porque el habitar es poético en su ser. Para que un hombre pueda ser ciego, debe permanecer siendo, de acuerdo= a su ser, un vidente. Un trozo de madera nunca puede enceguecer. Si el hombre, empero, se vuelve ciego, entonces siempre queda la pregunta, si la ceguera viene de una carencia y pérdida o si reposa en una sobreabundancia y medida excesiva. Hölderlin dice en el mismo poema que va tras el senti= do de la medida para todo medir (verso 75/76): “El rey Edipo tal vez tie= ne un ojo de más.” Así, podría ser que nuestro habi= tar impoético, su no poder ni querer (Unvermögen) tomar la medida, viniese desde una extraña medida excesiva de un frenético med= ir y calcular.

Que habitemos impoéticamente y hasta qué punto, sólo podem= os experimentarlo en cada caso, si sabemos lo poético. Si acaso nos alc= ance y cuándo un vuelco del habitar impoético, sólo podemos aguardarlo, si mantenemos lo poético en la mirada. Cómo y cuán ampliamente nuestro hacer y dejar de hacer pueden tener parte en este vuelco, sólo lo comprobaremos nosotros mismos, si asumimos lo poético en su vigor.

El develar poético es el poder fundamental (Grundvermögen) del hab= itar humano. Pero el hombre puede y quiere (vermag) el develar poético ca= da vez sólo según la medida en que su ser esté entregado = en propiedad a aquello que quiere (mag) al hombre y por ello necesita su ser. = En cada caso acorde la medida de esta entrega en propiedad es el develar poético propio o impropio.

Por eso tampoco apropiándonos se da el develar poético propio en = todo tiempo. ¿Cuándo y cuánto tiempo hay develar poé= tico propio? Hölderlin lo dice en los versos ya leídos (26/29). Su elucidación fue pospuesta a propósito hasta ahora. Los versos rezan:

“...Tanto como la amabilidad aún <= br clear=3Dall> junto al corazón, la Pura, dure, mídese
no desdichadamente el hombre
con la divinidad...”

“La amabilidad”- ¿Qué es esto? Una voz innocua, pero nombra= da por Hölderlin con el adjetivo escrito en mayúscula “la Pura”. “La amabilidad”- Esta voz es, si la tomamos literalmente, la magnífica traducción de Hölderlin para = la voz griega  dice Sófloc= les en “Ayax” (v. 522):Virac De la .Virac

“Pues la gracia es la que a la gracia pro-voca siempre.”

“Tanto como la amabilidad aún junto al corazón, la Pura, dure...R= 21; Hölderlin dice en un giro usado de buen grado por él: “ju= nto al (am) corazón”, no: en el (im) corazón; “junto = al corazón”, esto es, arribada cabe el habitante ser del hombre, arribada como interpelación (Anspruch) de la medida al corazó= n, de modo que éste se convierta a la medida.

Tanto como este advenimiento de la gracia dure, tanto se logra dichosamente (glückt es) que el hombre se mida con la divinidad. Si se da apropiándonos este medir, entonces devela poéticamente el hom= bre desde el ser de lo poético. Si se da apropiándonos lo poético, entonces el hombre habita humanamente sobre esta tierra, entonces es, como Hölderlin dice en su último poema, “el = vivir de los hombres” un “vivir habitando”. (Ed. de Stuttg. 2, 1 p.312)

La vista

Cuando a la lejanía va el vivir habitand= o de los hombres,
donde hacia la lejanía resplandece el tiempo de las vides,
está también con ello la campiña del verano vací= ;a,
el bosque aparece con su obscura imagen.

Que la naturaleza complete la imagen de los tiempos,
que aquélla perdure, ellos velozmente se deslicen,
es a partir de la perfección, la altura del cielo es esplendor
para los hombres entonces, como la flor corona los árboles.

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“Den Retter hör’ ich dann in der Nacht, ich hör
Ihn tödtend, den Befreier, belebend ihn,
Den Donnerer vom Untergang zum
Orient eilen und ihm nach tönt ihr,

Ihm nach, ihr mei= ne Saiten! Es lebt mit ihm
Mein Lied und wie die Quelle dem Strome folgt,
 ich fort und
= bWohin er denkt, so mu
Folge dem Sicheren auf der Irrbahn.”

Hölderlin, “der blinde Sänger” (Vs.29-36)

“Al salvador oigo entonces en la noche, lo oigo
matando, al liberador, vivificando, a él,
al tronante, lo oigo apresurarse desde
el ocaso al oriente y acorde a él entonad vosotras,

acorde a é= l, ¡vosotras mis cuerdas! Con él vive
mi canción y como el manantial sigue al torrente,
hacia donde él piensa, así debo yo ir adelante y
sigo al seguro en la ruta de la errancia.”

“El cantor ciego”